El cerro del Majuy ha sido tradicionalmente un centro de gran importancia para el pueblo indígena muisca, la ruta para su acceso transcurre por una larga subida de camino carreteable por la cuenca del río Curí. En este recorrido se encuentran algunas ruinas de la Época Colonial mezcladas con la hermosa vegetación característica de los cerros.

Durante el viaje hacia la cumbre, se ven las planicies de la sabana y extensiones de bosques que aún permanecen bien conservados (Fundacion Senderos & Memoria, 2008). En el cerro se encuentra La Piedra de La Tapia, una gran roca que contiene once pictogramas que posiblemente rinden honor a Nemqueteba (Bochica), maestro de los muiscas. Durante la Colonia, este lugar, al igual que otras cumbres, lagunas y zonas aisladas, sirvió a los indígenas como refugio para continuar en secreto con sus prácticas rituales luego de haber sido prohibidas por parte de la Corona Española  (Gamboa, 2013).

Una vez que acaba la Conquista, se inician las Encomiendas, que consistían en dar a los españoles las tierras que pertenecían a los indígenas, quienes debían pagar con tributos y trabajo a los nuevos “dueños” de estos predios. Los encomenderos tenían el deber de dar a la Corona la quinta parte de lo recaudado entre los nativos, ocuparse de adoctrinarlos en la fe católica y proveerle alimento a quienes trabajaban en la encomienda. Por su parte, los caciques fueron reconocidos como autoridades locales, pero debían incorporarse a la estructura colonial (Instituto Colombiano de Cultura Hispanica, 2001). Así pues, las tierras que pertenecían a los indígenas pasaron a manos españolas y, más tarde, a criollos reconocidos.

Luego, con el Concierto Agrario, los indígenas fueron agrupados y se formaron los pueblos con un territorio limitado. A través de la creación de pueblos, se buscaba vivir bajo la “ley de Dios y bajo el bien común”, dejando pocas tierras para los indígenas, fue así como se forman las figuras de los resguardos. Con una extensión de 500 hectáreas, el Resguardo de Cota fue fundado en 1640 en la base del cerro Majuy, dando origen al pueblo de Cota (Instituto Colombiano de Cultura Hispanica, 2001).

El lugar tiene en conservación ecosistemas nativos de los cerros orientales de Bogotá y el nacimiento de la Quebrada Torca. El objetivo principal del parque es hacer que los visitantes tomen conciencia y comprendan la importancia de cuidar el medio ambiente y sus recursos naturales, en especial el agua. Con este fin, se ofrece al visitante caminatas, charlas ecológicas y actividades de relajación por senderos naturales de gran belleza.

Sus prístinos bosques andinos, hogar de muchas aves, el páramo, las quebradas, los hermosos paisajes típicos de los cerros orientales de Bogotá se mostrarán en su forma original, inmutables en el recorrer del tiempo, y nos transportarán a épocas antiguas, anteriores incluso al Período Muisca.