La agricultura es la actividad productiva mas antigua de La Tierra, tiene mas de 10.000 años sobre el planeta, y aunque esta ha sido el principal generador de bienestar social y económico también ha desencadenado importantes impactos ambientales, sociales y económicos.
Hoy por hoy, en Colombia las políticas neoliberales han dado prioridad a los productos extranjeros por encima de las economías locales y de pequeña escala. Así pues, el agro se ha convertido en una alternativa inviable para las comunidades rurales en los países con mayor potencial agrícola como Colombia, ya que han sido inundados con productos importados altamente subsidiados que hacen que estos ingresen a muy bajo costo, y esto ha generado una feroz competencia a los productores locales.
Este proceso de marginalidad e indiferencia con las comunidades rurales se ha venido dando desde principios de los años 90 con la apertura económica implementada durante la presidencia de Cesar Gaviria Trujillo, y mas recientemente con los tratados de libre comercio gestionados por los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos, abandono estatal que ha generado inconformidades muy profundas en algunos sectores de la sociedad, lo que ha recrudecido el conflicto interno que hoy vive Colombia.
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Desde periodos prehispánicos, y en un contexto de gran diversidad biológica, genética y cultural, los campesinos e indígenas han realizado una selección de semillas obteniendo como resultado las mejores y mas resistentes variedades de plantas adaptadas a condiciones medioambientales locales, lo que ha hecho que estas sean más resistentes a plagas, enfermedades y cambios medioambientales. Paralelamente a esta situación se han implementado tecnologías ecológicas y orgánicas para cultivar de manera mas limpia y respetuosa con el planeta. Lo que se ha convertido en un patrimonio natural y cultural de gran relevancia para el desarrollo rural colombiano y la alimentación de la población en general.
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Sin embargo, poderes de empresas multinacionales como Monsanto y Syngenta, apoyadas por la mano de los estados, han querido imponer, a nivel global, semillas transgénicas que atentan contra la biodiversidad disminuyendo drásticamente el acervo genético de estas especies. Esta situación ha puesto en riesgo los sistemas productivos tradicionales. Lo que se traduce en grandes pérdidas para los cultivadores en países como Colombia en los que el agro es uno de sus principales motores de bienestar social.
La economía agrícola colombiana se basa en pequeños productores. Sin embargo, las políticas agrarias y la importación de alimentos que se pueden producir en el país han afectado drásticamente las dinámicas económicas y sociales de estas comunidades rurales. Así pues, productos como el trigo, cebada y algodón (solo para nombrar algunos) han desaparecido del escenario productivo nacional. Estos copaban el mercado e incluso dejaban excedentes para exportación. Otros como la papa, la cebolla y la leche, que eran el refugio económico de nuestros campesinos, están por correr con la misma suerte afectando directa y negativamente las economías rurales.
Sin embargo, esta lógica de producir para vender en mercados de gran tamaño no ha funcionado del todo bien, pues estas políticas, sumadas a los altos costos de producción y a la gran cadena de intermediarios, han tenido como consecuencia que se encarezcan los productos comercializados en las grandes ciudades dejando muy bajos beneficios a las comunidades productoras; lo que no beneficia ni a productores ni a consumidores.
Durante el gran Paro Nacional Agropecuario y Popular del 2013 se pudo evidenciar que el poder del campesino está en la producción de los alimentos. Esto se demostró en el desabastecimiento casi total de ciudades como Tunja y Sogamoso, así como numerosos pueblos de Boyacá. Lo que degeneró en actos vandálicos y violentos ya sea por infiltración del estado o de grupos al margen de la ley que ponen en entredicho el buen nombre de los campesinos e indígenas, deslegitimando la protesta social con el fin de perpetuar el statu quo de las políticas neoliberales y la violencia en Colombia.
Así pues, los cultivos de autoconsumo (pancojer) deben jugar un papel protagónico en la formulación de una política agraria en Colombia, pues son estos los que abastecen las alacenas de los campesinos y las comunidades rurales en general, basados en el intercambio y la gran diversidad de pisos térmicos del país. Esto podría significar una gran diversidad de alimentos en estas comunidades garantizando su seguridad alimentaria.
Así mismo, el cultivo de productos a mediana escala podría significar ingresos económicos a estas comunidades. Sin embargo, es necesario que basen su agricultura en técnicas ecológicas que minimicen los costos de producción, que son más saludables para los consumidores y más rentables para los campesinos.
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Es de gran importancia comprender que la producción y consumo a nivel local podrían ser una importante solución al grave problema del desarrollo rural de Colombia, más aun pensando que en esta época del COVID se tendrán restringidos los movimientos de personas y productos en el mediano y largo plazo. Así pues, si los campesinos se preocuparan por el cultivo de autoconsumo y el abastecimiento de mercados locales se evitarían grandes costos de producción y transporte, activando la economía agrícola de las regiones más apartadas del país y disminuyendo la huella ecológica de sus productos.
Por otro lado, las plazas de mercado de muchos municipios solo trabajan un día a la semana. Así pues, estas podrían convertirse en centros de acopio donde se distribuyeran alimentos a las grandes ciudades a través de mercados campesinos, eliminando así una gran cantidad de intermediarios y fortaleciendo las economías locales. De la misma manera, esos espacios de trascendental importancia para la vida rural colombiana, podrían volverse escuelas taller que incentiven mejores y más respetuosas prácticas de cultivar y ser campesino.
Así pues, vemos que este tipo de dinámicas locales de producción y comercialización son una alternativa viable para reactivar la siembra y consumo de muchos productos que se han dejado de cultivar debido al ingreso de importaciones que han deteriorado enormemente nuestra economía rural.
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