La construcción del Embalse del Sisga se inició en el año de 1948, y se llenó en 1951. Tiene un espejo de agua de 700 hectáreas, y fue construido para regular el caudal del río San Francisco y la quebrada La Granadilla, con el fin de evitar inundaciones en la Sabana de Bogotá y abastecer de agua a la planta de Tibitoc (en Zipaquirá) pues esta surte el 40% del preciado líquido a la ciudad de Bogotá.

Entre los años de 1949 y 1953 el investigador social Orlando Flas Borda hace su primer trabajo de investigación empírica en la vereda Saucio, del municipio de Chocontá, en el cual desarrolla una etnografía de la que se desprende una reconocida publicación llamada Campesinos de los Andes, ya que para este momento los habitantes de la región trabajaban en la construcción del embalse y el mismo investigador había conseguido un empleo en la presa. En su libro Fals borda reivindica a los campesinos contemporáneos como la consecuencia histórica del despojo de los resguardos indígenas de la época colonial y propone que el problema fundamental en la vida social y política de las áreas rurales era la tenencia de la tierra, pues esta esta acaparada por unos pocos terratenientes y que se necesitaba con urgencia una reforma agraria (Rojas, 2015).

Desde su construcción, el embalse había sido un lugar para la recreación y el deporte en el que se practicaban diferentes actividades de aventura, incluyendo el buceo, así como competencias de una gran diversidad de deportes acuáticos tales como veleros y remo. No obstante, hoy por hoy su uso recreativo se encuentra restringido por parte de la CAR, Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca.

La represa también es escenario para la práctica del ciclomontañismo y las caminatas, actividades en las que el viajero puede apreciar una gran diversidad de paisajes que van desde pastizales hasta bosques nativos, e incluso se encuentran algunas zonas de subpáramo y páramo, con frailejones y otras plantas típicas de las montañas andinas.