La Laguna de Suesca es una cuenca cerrada y es la más extensa que existe en la actualidad en la Sabana de Bogotá y sus cerros circundantes. Tal vez la segunda en extensión del antiguo territorio del Zipa después de la Laguna de Guasca, hoy convertida en pantano por buscadores de tesoros para la extracción del oro de los indígenas (Fundación Guayacanal, s.f.; Martínez, Rupestre Web, 2008) y la explotación ganadera. Así pues, la laguna de Suesca fue uno de los espejos de agua sagrados de los muiscas y donde seguramente se hacían rituales y pagamentos.

Sin embargo, después de años de uso intensivo del suelo por parte de los habitantes de la cuenca en la agricultura y la ganadería a baja escala, la deforestación, la minería y la extracción descontrolada de agua han significado un grave problema para su recarga hídrica, lo que la llevo a secarse hacia el año 2000, proceso que fue aprovechado por los habitantes para correr sus cercas y “ampliar” sus terrenos.

Para el año 2009, y pese a los esfuerzos de las comunidades principalmente y la CAR por obligación, la laguna estaba agonizando, sólo era un pequeñísimo espejo de agua tendiente a desaparecer. Afortunadamente, al año siguiente, en 2010, después del grave invierno que azotó al país y que afectó vías y comunidades en todo el territorio nacional, la laguna recuperó gran parte de su espejo de agua.

Tristemente, en la Cuenca de la Laguna de Suesca solo existe el 2% de cobertura vegetal nativa, suponiendo esto el principal problema para su recarga hídrica, pues como se diría coloquialmente las montañas están peladas. Es por esta razón que sigue siendo necesaria y urgente la restauración ecológica de la cuenca para mantener este importante monumento natural de gran valor cultural y ambiental no solo para Suesca sino para Cundinamarca y el País en general.