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Nemocón: Rugido del Guerrero

El significado del nombre de Nemocón, Rugido del Guerrero, tiene como origen un ritual que realizaban los Zipas en la región. Este consistía en lanzar gemidos, gritos y cantar himnos para desahogar sus penas y tristezas. Se puede asegurar que las comunidades humanas habitan en el territorio desde de tiempos inmemoriales, tal vez uno 9000 años, debido a la presencia de los domos diapíricos de halita que caracterizan la región.

LA FORMACIÓN DEL DOMO DE SAL: EL DIAPIRO DE NEMOCÓN

El azar, la geología y los antiguos dioses muiscas, dotaron a Nemocón de grandes bondades. Enterrados en el subsuelo se encuentran antiguas trazas de minerales de gran valor económico y comercial como la sal y el caolín que evidencian el origen marino de la región.

El municipio se ubica en la Cuenca Alta del Río Bogotá, la cual se formó a orillas del mar en el cretácico superior, entre 100 a 65 millones de años, cuando aún los dinosaurios dominaban la tierra, el aire y el agua. Para este momento ya el equilibrio necesario para la vida en el planeta era precario, causado por una creciente actividad volcánica en el Cinturón de Fuego del Pacífico.

La decantación y posterior elevación de los sedimentos del mar de Tethis, dieron origen a la mayoría de las formaciones geológicas de la Sabana de Bogotá. Así pues, como ejemplo podemos encontrar las rocas areniscas de la Formación Guadalupe, las vetas de carbón de la Formación Guaduas y los domos de halita de la Formación Chipaque, protagonista de este relato acerca de  Nemocón.

Los sedimentos que hoy conforman las rocas de la Formación Chipaque se depositaron hace de 100 a 94 Millones de Años en la edad cenomaniense, en un ambiente de trasgresiones y regresiones marinas. El aumento global del nivel del mar hizo que grandes porciones de los continentes se inundaran. Una vez el mar se retiró definitivamente, quedaron algunos lagos salados que se evaporaron y dejaron inmensos desiertos de sal, dándole origen a las evaporitas que hoy forman los domos salinos en la parte superior de la Formación Chipaque.

Luego, hace 94 Millones de años, en el Campaniano, vuelve a subir el nivel del mar y hay una nueva trasgresión marina. De esta manera, el agua volvió a inundar los sedimentos de sal del Cenomiano. Como consecuencia sobre estos se depositaron las arenas de la Formación Guadalupe, mucho más densas que la halita subyacente.

A finales del cretácico, en un parpadeo del tiempo, hace 65 millones de años, una luz surcó los cielos y desde las profundidades del universo emergió un inmenso meteorito que impactó en la actual península de Yucatán. Como consecuencia, en el lugar quedo un inmenso hundimiento en la corteza terrestre, conocido como Cráter de Chicxulub. Su impacto, sumado a la ya precaria situación del equilibrio vital de la tierra, terminó por Extinguir al 76% de la biodiversidad del planeta, entre ellos a la totalidad de los dinosaurios. Sin embargo, y pese a la catástrofe global, sobrevivieron algunos pequeños mamíferos, que se convertirían en el Phyla dominante en el planeta y darían origen a los seres humanos.

Con el paso de los periodos geológicos y debido a la actividad constante de la Fosa Perú-Chile, hace 3,5 millones de años terminó de emerger la Cordillera Oriental, la más joven de las tres ramificaciones de Los Andes en Colombia. Dando como resultado que los sedimentos que se depositaron en el Cretácico Superior a nivel del mar fueran empujados por la tectónica hacia arriba, hasta su posición actual a alturas superiores a los 3000 m sobre el nivel del mar, generando rocas muy plegadas y fracturadas, entre ellos los domos de halita formados en el Cenomiano.

De esta manera, la Formación Guadalupe empieza a ejercer presión sobre los sedimentos de sal. Así pues, debido a la diferencia de densidades y al gran peso de las rocas, hacen que la halita ascienda a través de grietas y debilidades en las rocas, atravesando diferentes estratos sedimentarios.

Igualmente, La orogénesis de la Cordillera Oriental de Colombia coincidió con el levantamiento de Panamá, lo que a la postre en el pleistoceno, permitiría el cruce de flora y fauna entre Centro y Suramérica, que hasta el momento se encontraban separados por grandes porciones marinas (Groot, s.f.). Es así, como durante el pleistoceno lograron llegar hasta la Sabana de Bogotá mastodontes, megaterios y la megafauna proveniente del hemisferio norte, de los cuales se encuentran sus fósiles en el Desierto de Checua.

EL GRAN LAGO DE HUMBOLDT

Ya en el cuaternario, en las laderas internas de la cuenca del Lago de Humboldt, dominaban las cicatrices de las últimas y recién terminadas glaciaciones que cubrieron de hielo las montañas de la Sabana de Bogotá hasta los 2900 m. Estas estaban pobladas de una rica vegetación de páramo y bosque altoandino, lo que garantizaba una oferta permanente y abundante de agua y recursos para la caza y la recolección.

Para este momento, producto de una larga historia tectónica de las rocas sedimentarias de origen marino de la Sabana de Bogotá, se formó una inmensa cuenca endorreica que daría origen al milenario Lago de Humboldt. Nemocón, se encontraba parcialmente sumergido en este inmenso cuerpo de agua que existió hace más de 60.000 años y que se extendería desde la actual población de Suesca, al Norte de la Sabana de Bogotá, hasta el Salto de Tequendama, por donde se drenaron sus aguas hace aproximadamente 30.000 años.

De esta manera, la desecación del lago daría origen a lo que hoy conocemos como Formación Tilatá, que corresponde a los sedimentos lacustres de arcillas depositadas entre el plioceno y el pleistoceno, que conforman toda la zona plana de la Sabana. Las comunidades humanas usaban las Arcillas para elaborar artículos cerámicos, con la que se fabricaron las gachas para la evaporación de la sal del domo de halita en el municipio.

Tanto la unión de centro y Suramérica por el surgimiento del estrecho de Panamá (hace 3.5 MA), como la desaparición del Lago de Humboldt, propiciaron el establecimiento de una amplia biodiversidad en la Sabana de Bogotá. Lo que permitiría que la vida humana en la región fuera posible. El paisaje consistía en imponentes montañas, rodeando grandes extensiones de humedales, intercalados con porciones terrestres que albergaban una gran riqueza de flora y fauna.

En la región habitaban dos especies de Mastodontes (Hapolomastodon sp y Cuvieronius hydon), Caballos Americanos (Hippidion sp)Osos de Anteojos (Tremactos ornatus)Pumas de Montaña (Puma concolor)Cuis (Cavia porcellus) y Venados de Cola Blanca (Odocoelius virginianus). Igualmente, había una gran diversidad de plantas, bayas y frutos, como la Uva de Monte (Macleania rupestris), la Uva de Anís (Cavendishia fisifolia) y el tuno Esmeraldo (Miconia squamulosa). Esta alta diversidad biológica y geográfica garantizaba una oferta amplia y variada de agua y alimentos para las comunidades nómadas de finales del pleistoceno y principios del holoceno.

LOS PRIMEROS SERES HUMANOS EN LA SABANA DE BOGOTÁ

Es así como, este rincón de La Tierra, sirvió de escenario para que hace 18.000 años, antiguos nómadas llegaran a la vereda Checua provenientes del Valle del Río Magdalena, ingreso histórico de los seres humanos a la Sabana de Bogotá. Así pues, estos cazadores recolectores visitaron los relictos del Lago Humboldt de manera esporádica en busca de las riquezas que ofrecía los humedales y las montañas para la caza y la recolección.

Sin embargo, el clima en la Sabana aún era muy frío y no permitía el establecimiento de comunidades humanas. Por lo que fue usada de despensa, pero no de habitación permanente. Así pues, estos antiguos seres humanos usaban los abrigos rocosos como campamentos y regresaban a sus lugares de origen en las laderas occidentales de la Cordillera Oriental, en busca de mejores condiciones climáticas. En Nemocón, en la vereda Checua, se encontraron los vestigios arqueológicos más antiguos de la Sabana de Bogotá, que corresponden a un campamento a cielo abierto fechados con 9000 años de antigüedad, lo que permite inferir que estos nómadas también usaron áreas planas y abiertas para establecer sus viviendas temporales.

EL PERIODO HERRERA

Debido al interestadial de Guantiva, entre hace 12.400 y 11.000 años AP, el clima de la Sabana se hizo menos frío y más parecido al actual. Lo que abrió las puertas para que las comunidades nómadas que visitaban esporádicamente la región se establecieran, dando origen a lo que la historia y la arqueología han denominado como Periodo Herrera. Convirtiéndose así en los primeros seres humanos que habitaron permanentemente el territorio.

Los Herrera se caracterizaron por ser tribus sedentarias que se asentaron alrededor de pequeñas lagunas y humedales dejados por el gran Lago de Humbodt, entre el S IV a.C. y el S IX d.C. Así pues, estas comunidades aprovecharon las arcillas producto de la sedimentación del lago como material para elaborar los primeros utensilios cerámicos utilizados en la Sabana de Bogotá. Se caracterizaron por no tener una estructura social muy compleja o diferenciada, por hacer un tipo de cerámica muy específica y hacer una agricultura incipiente para la subsistencia.

Los Herrera fueron los primeros en usar tiestos de cerámica para evaporar el agua de las quebradas saladas que brotaban del gran domo de halita de la Formación Chipaque. Como evidencia de este suceso se puede apreciar, cerca de la mina de sal de Nemocón, una excavación arqueológica sobre un basurero de gachas quebradas que comenzó a formarse hace más o menos 2210 A.P y tiene una secuencia de tiempo de más de 2000 años. Estos se encuentran intercalados con vestigios de algunas viviendas antiguas.

LOS NEMZAS LOS TASGATÁ Y OTROS MUISCAS

Los indígenas Nemzas y Tasgata, pertenecientes a la Nación Muisca, habitaron el territorio desde el fin del periodo herrera y hasta el siglo XVI. Estas comunidades se agruparon en esta región debido a la presencia de domos de sal como los de Zipaquirá, Sutatausa y Nemocón. Para obtener el mineral era necesario tomar agua de las fuentes saladas que brotaban desde el domo de halita, ponerla en las gachas para luego evaporarla con fuego. Al final del proceso había que romper el chorote para extraer el pan de sal.

Originalmente, el poblado muisca se encontraba en el mismo lugar de hoy, unos metros debajo del yacimiento salinifero. Sin embargo, como veremos más adelante durante la conquista española fue cambiado de lugar con el propósito de adueñarse de las minas.

En 1490, mucho antes de la llegada de los españoles al altiplano, en una cálida tarde sabanera tomando un descanso en la parte más alta del domo de sal después de la conocida batalla de Chocontá, recostado en la sombra de un árbol de Caucho Sabanero (Ficus soatensis), El Zipa de Bacata, Nemenquene, sueña que desde el norte vienen unos seres extraños, blancos, barbados, montando indomables bestias. Es así, como al despertar, ordena a su pueblo que escondan todas las riquezas y que se preparen para la llegada de los extranjeros. Este hecho alimentó la mundialmente conocida Leyenda de El Dorado.

LA LLEGADA DE DON GONZALO Y LA MODERNIDAD

A su llegada a la Sabana de Bogotá en 1537, después de una larga y penosa travesía por el Río Magdalena, lo que quedaba de las tropas españolas, lideradas por Gonzalo Jiménez de Quesada, no encontraron mucha oposición en los pueblos del Norte, en el actual límite entre los departamentos de Santander y Boyacá. Sin embargo, al llegar a Nemocón, provenientes de Suesca, la retaguardia española fue atacada por cientos de Güechas.  

Cargando momias rituales de guerra, trataban de impedir infructuosamente el ingreso de los extranjeros a la Sabana de Bogotá. Aunque los indígenas los superaban en número y los tomaron por sorpresa, los soldados españoles respondieron al ataque con infantes y un piquete de caballería. Los Güechas, derrotados y aterrados, huyeron hacia el sur y tomaron rumbo hacia Busongote, un fuerte militar muisca ubicado en el actual municipio de Cajicá. Allí los españoles divisarían una gran cantidad de tropas indígenas en las colinas lejanas y tomarían la decisión de volver a Nemocón.

Tras los años de colonialismo y con el ánimo de apropiarse de las salinas, los españoles, en 1560, toman la decisión de cambiar la ubica­ción del pueblo. Lo trasladan a las cercanías del nacimiento del Río Checua, en los cerros de Tausa, límites con el municipio de Suesca. Debido a la lejanía del lugar y a una inundación del pueblo por la creciente de una quebrada cercana, el proyecto fracasó. Por esta razón, el pueblo volvió a ser trasladado a su ubicación original.

En 1599 Francisco de Sande, presidente de la Audiencia, dio instrucciones para la posesión y control de las salinas de Zipaquirá, Nemocón y Tausa. Como se mencionó anteriormente, los indígenas de esta zona estaban organizados en dos parcialida­des: los Nemzas y los Tasgata. Como era común en los primeros años de la conquista, después del despojo de las tierras indígenas, estas eran repartidas entre españoles prestantes y soldados destacados, lo que se conoció como las reducciones de indios (Quiroga, 2014). De esta manera, Nemzas y Tasgatá fueron reunidos arbitrariamente en el pueblo de Nemocón.

A su llegada en 1600, el oidor Luis Henríquez, encontró que en la región vivían alrededor de 300 pobladores Nemzas. Durante los siguientes años, al pueblo, se agregarían indígenas de otras parcialidades como los Tasgata, Gachencipa, Cogua, y Pezca.

Años después, en 1779, se decide que los indígenas de Zipaquirá deben ser agrupados, dejando en el pueblo únicamente habitantes blancos, esto con el fin de apropiarse de la mina de sal que le habían pertenecido a los indígenas desde tiempos milenarios (León, 2011). Como consecuencia, los Zipas, fueron trasladados al pueblo de Nemocón. Para este momento, se había acordado que las salinas de Tausa y Zipaquirá quedarían en manos de los españoles y la de Nemocón en manos de la población indígena para su uso y beneficio. Promesa que nunca fue cumplida por parte de la corona.

UNA REVUELTA Y UNA MASACRE EN NEMOCÓN

En el año de 1781, en el departamento de Santander se inician una serie de revueltas, la razón: el Rey de España, Carlos III, había designado como regente de la real audiencia de Santafé de Bogotá a Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres para hacer cumplir las Reformas Borbónicas en la Nueva Granada. Estas traerían consigo una serie de medidas económicas y administrativas que no agradarían ni al pueblo, ni a la burguesía. Dentro de las reformas se encontraban el alza a los impuestos al aguardiente y al tabaco lo que fue el detonante para que la revuelta se iniciara.

Este hecho causó un gran malestar entre los criollos de todas las clases sociales. Es así como Manuela Beltrán arrancó el edicto de la corona que comunicaba al pueblo la decisión sobre el aumento en los impuestos. Así pues, se reconoce a Juan Francisco Berbeo y unos capitanes como líderes del movimiento quienes se organizaron en la Junta Comunera, lo que a la postre daría origen al Movimiento Comunero. La gente del común, en una revuelta, partiría hacia Santafé de Bogotá con 4000 personas, entre hombres, mujeres y niños, esto con la misión de tomarse la capital de la república. En el camino lograron acumular un ejército de 20000 tropas lo que puso en alerta al Virreinato de la Nueva Granada.

Con el fin de impedir la avanzada de Los Comuneros, la corona delegaría al Oidor Vasco y Vargas, al alcalde de Zipaquirá Eustaquio Galvis y al arzobispo Antonio Caballero y Góngora para negociar desde esta ciudad. Guardando algo de distancia, los comuneros acamparían en Nemocón mientras sus capitanes, en cabeza de Berbeo, negociaron con la corona las 34 capitulaciones, todas fueron aceptadas por los negociadores españoles sin disentimientos, luego todas serían incumplidas rotundamente por el virreinato.

Por lo que, el príncipe de Bogotá, nacido en el actual municipio de Funza, Ambrosio Pisco, indígena prominente que venía desde Güespa Santander acompañado por más de 5000 indígenas, escucharían la misa campal ofrecida por Caballero y Góngora en la que se comprometía a cumplir los acuerdos contenidos en las capitulaciones.

Debido al incumplimiento de los acuerdos, dentro de las que se incluían devolver las minas a los indígenas como se había acordado en 1779, en Nemocón estalló la revuelta. Así fue que, en cabeza de Ambrosio Pisco, los indígenas de Nemocón apresaron a los tres regidores del pueblo, quemaron la casa del alcalde, la casa del cabildo, la casa del administrador de la mina y tomaron posesión de las salinas que les pertenecían ancestralmente.

Un aviso desde Nemocón alertaría a Santafé de lo que estaba ocurriendo en el pueblo. Fue entonces el momento en el que encomendarían, al recién llegado de Cartagena, coronel José Bernet, con 200 hombres a su disposición bien armados y entrenados para apaciguar los levantamientos indígenas y así recuperar las salinas.

Así fue qué, el 1 de agosto de 1781, llegaron las tropas reales comandadas por Bernet a Nemocón y con ellos la pesadilla y la masacre. Incendiaron varias casas, y atacaron a la población sin distinción de niños, hombres, ancianos o mujeres, el pueblo quedo desolado y destrozado. 20 indígenas fueron heridos y a 4 se les causó la muerte, otros fueron enviados presos a Cartagena, entre ellos Ambrosio Pisco. Para contrarrestar cualquier levantamiento en Santafé, Brenet ordenó decapitar a los muertos y clavar sus cabezas en picas a las entradas de la ciudad, exponiéndolas como escarmiento para intimidar a la población y demostrar lo que pasaba con los insurrectos.

LOS NATURALISTAS

Desde 1799  los naturalistas Aimé Bonpland y Alexander von Humboldt habrían iniciado su viaje por América. En 1801 llegarían a la ciudad de Bogotá siendo hospedados por José Celestino Mutis. Debido a que Bonpland se encontraba enfermo, y Humboldt estaba atrapado en la ciudad dedicado a terminar una gran cantidad de tareas pendientes debido a la prisa de su viaje. En el primer intento para poder retomar la travesía, después de 4 semanas y según la salud de Bonpland, el plan fue recorrer las minas de Sal de Zipaquirá y la Laguna de Guatavita.

Según Humboldt, las técnicas de explotación de la sal eran primitivas y poco eficientes, así que recomendó que esta se hiciera a manera de socavones. Debido a las propiedades físicas de la halita, pues esta es estructural, antisísmica y no necesita de importantes soportes para sostener el techo de la mina, fueron razones suficientes para acatar el consejo de Humboldt.

Así pues, en 1819, se inicia la explotación comercial del diapiro y nace la Mina de Sal de Nemocón. Se abren los primeros socavones, se construyen los talleres de metalmecánica y se instala una central eléctrica. De esta manera, la mina se convertiría en la primera en ser explotada comercialmente en Colombia. Para 1824 el estado declaró de su propiedad todas las minas de sal, tanto terrestres como las de origen marino. En 1877 la producción promedio anual de sal en el país era de 11.750.000 kilos anuales, de los cuales 8.4el 74% provenían de la región de las minas de Tausa, Nemocón y Zipaquirá.

EN 2100 AÑOS LA MINA SOLO PARO SU PRODUCCIÓN 32

Después de años de explotación comercial, el 16 de diciembre de 1931, por el decreto 2214 del presidente Enrique Olaya Herrera, hace que la mina de sal de Nemocón pase a manos del Banco de la República y cierren las operaciones mineras. Como la mayoría de los habitantes del pueblo trabajaban allí, el municipio entró en una crisis económica sin precedentes. Esto llevó a la gente a buscar oportunidades en otros sectores como los chircales para la fabricación de ladrillos, a las floricultoras y a la ganadería lechera.

JOSÉ MAXIMILIANO CHUI: UN REBVELDE PODEROSO

Para los siglos XIX y XX, y desde la colonia, los tratos a los mineros eran severos y crueles. Las labores cotidianas eran peligrosas, en muchos casos los trabajadores eran niños, se pagaba a destajo y se les exigían cantidades de sal que muchas veces no alcanzaban a cumplir. La muerte era visitante frecuente de las minas.

Un día de trabajo cualquiera, a finales de los años 50, cansado de tantos abusos y humillaciones, José Maximiliano Chuy, minero del común, decidió levantar su voz de protesta con un acto heroico. Tomó una gran piedra de sal de 160 Kg, la cargó en sus espaldas, le dio una vuelta al parque de Nemocón y abordó el tren hacia Bogotá. Allí nuevamente cargó la piedra desde la Estación de los Mártires, hasta la Plaza de Bolívar, sentando su voz de protesta y manifestando su inconformismo.

NEMOCÓN ACADÉMICA

A partir de los años 70 el municipio generó un gran interés para científicos de diferentes disciplinas como la geología, la paleontología y la arqueología. Atraídos por importantes yacimientos de fósiles y vestigios humanos, al municipio llegaron algunas eminencias de la ciencia a nivel nacional e internacional como Marianne Cardale de Schrimpff (1975, 1976 Y 1980),  Gonzalo Correal Urrego (1979), Ana María Groot (1992, 2005) y Thomas Van Der Hammen (2005). A través de sus contribuciones académicas se ha logrado establecer una secuencia de tiempo que data de 8500 años AP, hasta la actualidad.

Con la información obtenida tras años de investigación en el 2005 se creó el Museo de Historia Natural de la Sabana de Bogotá, que funciona en los talleres de metalmecánica de la mina. En la exposición se puede apreciar el cráneo de un mastodonte, una importante colección de fósiles y vestigios arqueológicos precerámicos, de los periodos Herrera y Muisca. Lo que resume una historia de 65 millones de años.

NEMOCÓN CONTEMPORANEA

Después de 38 años de su cierre, por un convenio entre el IFI y el ministerio de comercio industria y turismo, se da apertura a la mina en 2005. En esta oportunidad se inaugura como el atractivo turístico más importante de Nemocón y uno de los más relevantes de Colombia.

El arquitecto bogotano Roswell Garavito, tomando como referente la experiencia de su trabajo en la Catedral de sal de Zipaquirá, fue contratado para hacer los diseños artísticos y arquitectónicos de la Mina de Sal de Nemocón. Así fue como se rindió tributo a los mineros y se reabrió la mina como uno de los más importantes atractivos turísticos de Colombia. El lugar representa un legado histórico y cultural para el municipio, sus habitantes y se convierte en patrimonio histórico y turístico de la nación.

En la mina se adaptaron y utilizaron diferentes socavones en los que se diseñaron espacios referentes a la minería y la religión católica. Por otro lado, los talleres de metalmecánica fueron adecuados para la implementación del Museo de Historia Natural de la Sabana de Bogotá, en el que se encuentra información geológica, antropológica e histórica del territorio sabanero.

Igualmente, en las instalaciones de la mina, se pueden encontrar tanto un sitio arqueológico en el que se acumularon, durante siglos, los desechos de las gachas rotas por diferentes culturas prehispánicas para obtener panes de sal, evidencia que demuestra la utilización de la sal desde hace más de 2000 años. Tristemente, el árbol en el que Nemenquene soñó la llegada de los españoles se cayó, sin embargo, en su lugar fue sembrado otro de la misma especie.

Otro importante lugar del municipio es el desierto de Checua, también conocido como desierto de la Tatacoita, lugar en el que se dieron importantes sucesos históricos a nivel natural y cultural. Aquí se han encontrado las evidencias arqueológicas y paleontológicas que están archivadas en el museo de historia natral de la Sabana de Bogotá.

El tejido en macramé es uno de los elementos más representativos del patrimonio cultural de Nemocón. Con esta técnica se tejen diferentes tipos de prendas, trajes de baño, sacos, chalecos y sobre todo los pañolones campesinos. Esta emblemática prenda fue usada tradicionalmente por las mujeres para cubrirse del frío, sin embargo, esta ha llegado a las pasarelas del reinado nacional de la belleza en Cartagena.

Otro icono del patrimonio cultural de Nemocón es el Plato Minero, el cual tiene su origen en la comida que le llevaban las mujeres a los trabajadores de la mina, algunas llevaban costillas de cerdo; otras, pollo; otras, embutidos como longaniza y morcilla; papa y yuca hacían parte del menú. Los Mineros se reunían a almorzar y compartían lo que sus esposas e hijas habían preparado. Muchos de los ingredientes eran cocinados con la técnica de la salazón.

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Nemocón: Rugido del Guerrero

El significado del nombre de Nemocón, Rugido del Guerrero, tiene como origen un ritual que realizaban los Zipas en la región. Este consistía en lanzar gemidos, gritos y cantar himnos para desahogar sus penas y tristezas. Se puede asegurar que las comunidades humanas habitan en el territorio desde de tiempos inmemoriales, tal vez uno 9000 años, debido a la presencia de los domos diapíricos de halita que caracterizan la región.