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Valle de los Pictogramas

En todo el Valle se pueden encontrar una gran cantidad de arte rupestre representada en pictogramas. A los alrededores del casco urbano y en estribaciones de las peñas de Palacio se pueden encontrar una gran cantidad de murales entre ellas la piedra del tapete, la piedra y los tejos del Diablo y la piedra del cementerio.

Zipa

Rutas recomendadas

Descripción

Sutatausa fue un centro de gran importancia para la cosmovisión de la cultura muisca, contando con una gran muestra de arte rupestre a lo largo y ancho de su territorio. Los pictogramas de las Rocas del Palacio son muestra de ello. Éstas se encuentran ubicadas cerca de la Quebrada del Palacio, en la vereda que lleva su mismo nombre. Este sector cuenta con un clima frío y seco, lo que ha permitido la conservación de los murales.

El Valle de los Pictogramas es un cono coluvial proveniente de las Peñas de Palacio. Grandes bloques de roca han sido movidos por la gravedad y por diferentes factores morfodinámicos como, el hielo, el agua y, en general, los diferentes tipos de meteorización. Estas inmensas piedras, pertenecientes a la Formación Guadalupe, fueron signadas por los muiscas con impresionantes murales prehispánicos.

El centro del valle está ubicado en las veredas Pedregal y Salitre, en la falda de los farallones. Para su acceso se debe tomar una vía secundaria que conduce a estas veredas, donde se encontrará la señalización que lo guiará hasta el lugar. Sin embargo, el terreno es extenso y gran parte de las pictografías se encuentran en propiedad privada, por lo que se recomienda hacer los contactos pertinentes con la alcaldía y contratar un guía local antes de su visita.

En el cementerio del municipio se encuentra una piedra aislada con pictogramas de diversos motivos de color rojo muy bien conservados, dentro de ellos se destacan una serie de rectángulos con diseños lineales en su interior, “laberintos” y algunas figuras antropomorfas. Como dato curioso, se comenta que estos pictogramas fueron pintados con aerosol y que personal de la escuela del municipio, preocupados por esta situación y por la conservación de los dibujos indígenas, resolvieron remover los grafitis con solventes comerciales, lo que permitió la recuperación del arte rupestre en esta roca (Martínez, s.f).

A unos 150 metros al oeste del cementerio, en las cercanías del barrio Santa Bárbara, se encuentra la “Piedra del tapete” o “Piedra de los tejidos”. Según algunos autores, su nombre se atribuye a la semejanza de los dibujos con los tejidos que se empleaban en épocas indígenas. Por su configuración y diseño, este conjunto de pictogramas es muy particular, pues todos sus trazos parecen hacer parte de una misma unidad compositiva. A continuación, se transcribe un relato que, según los autores, guarda relación con la Piedra del tapete (Martínez, s.f).

“Otros le llamaban a este hombre Nementequeba  [Bochica], otros le decían Xué. Este les enseño a hilar algodón y tejer mantas, porque antes de esto sólo se cubrían los indios con unas planchas que hacían de algodón en rama, atadas con unas cordezuelas de fique atadas unas con otras, todo mal aliñado y aún como a gente ruda. Cuando salía de un pueblo les dejaba los telares pintados en alguna piedra liza y bruñida, como hoy se ven en algunas partes, por si se les olvidaba lo que les enseñaba […]”. (Simón, [1625] Tomo III: 374-376 en Correa, 2004).

Muy cerca de allí, se encuentra La Piedra y los Tejos del Diablo, los cuales consisten en un conjunto de tres bloques de roca sedimentaria pertenecientes a la Formación Guadalupe. Cuenta la leyenda que el Zipa tenía conflictos con los Panches, comunidad indígena con los que lindaba por el Oeste, por lo que, al sentirse amenazado, hizo un pacto con el diablo para cerrar el paso por las montañas con una piedra de gran tamaño. El diablo tenía plazo de una noche para traer la piedra al camino, pero se distrajo jugando tejo y, al hacer una moñona (poner un tejo sobre el otro), decidió celebrar. En medio de la borrachera, cantó el gallo anunciando la madrugada, y el Diablo emprendió su camino de regreso, dejando los tejos y la piedra en el lugar en el que hoy se encuentran (Martínez, s.f).

Los pictogramas fueron realizados con tinturas que dan colores entre el ocre, el rojo, el blanco y el negro, tintas que fueron fabricadas a partir de minerales como cinabrio, óxidos, vegetales, y sangre y huevos de animales como aglutinante. Los pictogramas de la Sabana son en su mayoría de color rojo (Botiva & Martínez, 2004). Sin embargo, es muy probable que éstos fueran polícromos, pero hasta el día de hoy sólo se conserva el color rojo debido a su composición química (Martínez, 2015).

Estos pictogramas se han mantenido debido a un equilibrio entre los tintes que fueron utilizados, su ubicación y la roca escogida para su elaboración. Desafortunadamente, en la actualidad, el factor más determinante en su deterioro es la mano humana, pues se han visto afectados por rayones y grafitis realizados por personas inescrupulosas que no conocen ni valoran nuestro patrimonio cultural (Martínez, 2015; Botiva & Martínez, Manual de Arte Rupestre de Cundinamarca, 2004).

Uno de los más importantes retos que enfrenta la arqueología moderna es la ubicación cronológica de estos pictogramas. Lastimosamente, lo único que se sabe es que se realizaron en tiempos prehispánicos. Aunque se han llevado a cabo diferentes técnicas científicas para datar dichos murales, esto sólo ha generado más controversias que acuerdos. Otro de los grandes enigmas es quién hizo los pictogramas. Al parecer, estos murales fueron hechos por chamanes y sacerdotes, quienes, bajo el efecto de diferentes plantas de poder, representaron sus alucinaciones en figuras y seres sobrenaturales en estos dibujos (Botiva & Martínez, 2004).

Sin tener información acerca de los artistas y el tiempo en el que fueron hechos estos murales, es imposible asignar un significado a estas figuras. La teoría más aceptada científicamente es que se realizaron en ceremonias públicas y luego eran visitados por las comunidades indígenas como lugares de aprendizaje de las artes de la caza y el diálogo con los animales (Botiva & Martínez, 2004).

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Sutatausa fue un centro de gran importancia para la cosmovisión de la cultura muisca, contando con una gran muestra de arte rupestre a lo largo y ancho de su territorio. Los pictogramas de las Rocas del Palacio son muestra de ello. Éstas se encuentran ubicadas cerca de la Quebrada del Palacio, en la vereda que lleva su mismo nombre. Este sector cuenta con un clima frío y seco, lo que ha permitido la conservación de los murales.

El Valle de los Pictogramas es un cono coluvial proveniente de las Peñas de Palacio. Grandes bloques de roca han sido movidos por la gravedad y por diferentes factores morfodinámicos como, el hielo, el agua y, en general, los diferentes tipos de meteorización. Estas inmensas piedras, pertenecientes a la Formación Guadalupe, fueron signadas por los muiscas con impresionantes murales prehispánicos.

El centro del valle está ubicado en las veredas Pedregal y Salitre, en la falda de los farallones. Para su acceso se debe tomar una vía secundaria que conduce a estas veredas, donde se encontrará la señalización que lo guiará hasta el lugar. Sin embargo, el terreno es extenso y gran parte de las pictografías se encuentran en propiedad privada, por lo que se recomienda hacer los contactos pertinentes con la alcaldía y contratar un guía local antes de su visita.

En el cementerio del municipio se encuentra una piedra aislada con pictogramas de diversos motivos de color rojo muy bien conservados, dentro de ellos se destacan una serie de rectángulos con diseños lineales en su interior, “laberintos” y algunas figuras antropomorfas. Como dato curioso, se comenta que estos pictogramas fueron pintados con aerosol y que personal de la escuela del municipio, preocupados por esta situación y por la conservación de los dibujos indígenas, resolvieron remover los grafitis con solventes comerciales, lo que permitió la recuperación del arte rupestre en esta roca (Martínez, s.f).

A unos 150 metros al oeste del cementerio, en las cercanías del barrio Santa Bárbara, se encuentra la “Piedra del tapete” o “Piedra de los tejidos”. Según algunos autores, su nombre se atribuye a la semejanza de los dibujos con los tejidos que se empleaban en épocas indígenas. Por su configuración y diseño, este conjunto de pictogramas es muy particular, pues todos sus trazos parecen hacer parte de una misma unidad compositiva. A continuación, se transcribe un relato que, según los autores, guarda relación con la Piedra del tapete (Martínez, s.f).

“Otros le llamaban a este hombre Nementequeba  [Bochica], otros le decían Xué. Este les enseño a hilar algodón y tejer mantas, porque antes de esto sólo se cubrían los indios con unas planchas que hacían de algodón en rama, atadas con unas cordezuelas de fique atadas unas con otras, todo mal aliñado y aún como a gente ruda. Cuando salía de un pueblo les dejaba los telares pintados en alguna piedra liza y bruñida, como hoy se ven en algunas partes, por si se les olvidaba lo que les enseñaba […]”. (Simón, [1625] Tomo III: 374-376 en Correa, 2004).

Muy cerca de allí, se encuentra La Piedra y los Tejos del Diablo, los cuales consisten en un conjunto de tres bloques de roca sedimentaria pertenecientes a la Formación Guadalupe. Cuenta la leyenda que el Zipa tenía conflictos con los Panches, comunidad indígena con los que lindaba por el Oeste, por lo que, al sentirse amenazado, hizo un pacto con el diablo para cerrar el paso por las montañas con una piedra de gran tamaño. El diablo tenía plazo de una noche para traer la piedra al camino, pero se distrajo jugando tejo y, al hacer una moñona (poner un tejo sobre el otro), decidió celebrar. En medio de la borrachera, cantó el gallo anunciando la madrugada, y el Diablo emprendió su camino de regreso, dejando los tejos y la piedra en el lugar en el que hoy se encuentran (Martínez, s.f).

Los pictogramas fueron realizados con tinturas que dan colores entre el ocre, el rojo, el blanco y el negro, tintas que fueron fabricadas a partir de minerales como cinabrio, óxidos, vegetales, y sangre y huevos de animales como aglutinante. Los pictogramas de la Sabana son en su mayoría de color rojo (Botiva & Martínez, 2004). Sin embargo, es muy probable que éstos fueran polícromos, pero hasta el día de hoy sólo se conserva el color rojo debido a su composición química (Martínez, 2015).

Estos pictogramas se han mantenido debido a un equilibrio entre los tintes que fueron utilizados, su ubicación y la roca escogida para su elaboración. Desafortunadamente, en la actualidad, el factor más determinante en su deterioro es la mano humana, pues se han visto afectados por rayones y grafitis realizados por personas inescrupulosas que no conocen ni valoran nuestro patrimonio cultural (Martínez, 2015; Botiva & Martínez, Manual de Arte Rupestre de Cundinamarca, 2004).

Uno de los más importantes retos que enfrenta la arqueología moderna es la ubicación cronológica de estos pictogramas. Lastimosamente, lo único que se sabe es que se realizaron en tiempos prehispánicos. Aunque se han llevado a cabo diferentes técnicas científicas para datar dichos murales, esto sólo ha generado más controversias que acuerdos. Otro de los grandes enigmas es quién hizo los pictogramas. Al parecer, estos murales fueron hechos por chamanes y sacerdotes, quienes, bajo el efecto de diferentes plantas de poder, representaron sus alucinaciones en figuras y seres sobrenaturales en estos dibujos (Botiva & Martínez, 2004).

Sin tener información acerca de los artistas y el tiempo en el que fueron hechos estos murales, es imposible asignar un significado a estas figuras. La teoría más aceptada científicamente es que se realizaron en ceremonias públicas y luego eran visitados por las comunidades indígenas como lugares de aprendizaje de las artes de la caza y el diálogo con los animales (Botiva & Martínez, 2004).

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