Históricamente, los más importantes baños termales eran los romanos. Sin embargo, la iglesia católica consideraba las termas como lugares de pecado y eran mal vistas en los países católicos debido a las enfermedades que azotaron la Europa Medieval. Sin embargo, cuando los árabes invadieron la parte sur del continente europeo, se construyeron baños termales en todas las ciudades importantes del actual territorio español. Después de que los reyes católicos expulsaran de España a los musulmanes, restringieron nuevamente el uso de termales como práctica saludable o recreativa, considerándose el uso de los baños actos herejes. No fue sino hasta los siglos XVI y XVII que se reconoció, por parte de la iglesia, el poder curativo y recreativo de las aguas termales (Sanchez, 2000).

Así pues, en el año de 1538 los europeos llegaron a la Sabana de Bogotá con esta visión retrograda y atrasada de las aguas termales, haciendo que la concepción indígena de las termas como ritual y descanso del cacique y su sequito fuera restringida. Por esta razón, durante mucho tiempo las termales de la Sabana estuvieron en el olvido. Actualmente, este espacio es parte importante de la economía del municipio, y cuenta con áreas deportivas, una zona de camping y una tienda de comestibles.